El dolor de pies impide pensar

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O: no se puede gestionar el mundo desde una mala base.

Aparece la noticia de que los sindicatos británicos hacen la guerra a los zapatos de tacón. No es de extrañar: muchas compañías obligan a sus empleadas a llevar zapatos más allá (más arriba) de la postura natural del pie y el resultado es evidente: torceduras, dolores. Empieza por abajo y llega hasta la espalda, hasta la cabeza: porque las cervicales, malditas y necesarias vértebras «cerebrales», se encargan de proporcionarnos una persistente migraña. Si usted sufre dolor de cabeza y no sabe qué hacer con sus ideas, mírese a los pies: si no es empleada de una compañía aérea, de una multinacional que cree que las piernas de las mujeres están mejor si se ofrecen largas y esbeltas a sus compañeros y jefes (¡y clientes!) barones, si su jornal no depende de ello, haga el favor de quitarse inmediatamente los tacones y relaje sus ya maltrechos pies. Si va a quedarse sin sueldo por culpa de los zapatos… quíteselos a escondidas mientras esperamos a que los sindicatos de este bendito país hagan lo mismo que los británicos.

Es extraño: esta noticia se empareja con la moda de este verano. Rutilantes plataformas, inclinaciones imposibles de empeines… Confieso que he ido caminando por la calle ahogada por el calor y por el bochorno de ver cómo mis congéneres femeninas engrosaban los bolsillos de podólogos y pedicuros (y no tengo nada en contra de su profesión) por el simple hecho de empeñarse en llevar unos zapatos que martirizaban las bases de sus anatomías. Hay pies privilegiados, que no sufren (yo aún no conozco ninguno, pero alguno habrá: me lo ha contado una amiga de una amiga de una amiga), y hay pies mortales, humanos, que acaban con durezas, callos, heridas, ampollas y juanetes enrojecidos. Confieso que no entiendo ese sufre cochura por hermosura que no lleva a ninguna parte. Desde mi apenas metro sesenta reivindico la libertad absoluta a no llevar tacones y a llevarlos cuando me plazca ver mis extremidades alargadas, aunque eso sucede muy de año en año.

Quizás, en algún caso, sea necesario hacer lo mismo que el personaje de Melanie Griffith en Armas de mujer: llegar con las deportivas al trabajo (aprovechar para hacer algo de ejercicio en al trayecto, ya puestas en este mundo de velocidad y fitness) y, una vez allí, calzarse unos terribles, amenazantes y apetecibles stilettos (o esos cincuenteros peep-toes que a casi nadie sientan bien). En cualquier caso, revisémonos a menudos los extremos inferiores: yo no me fiaría demasiado de la eficacia de alguien que es incapaz de gestionar sus pies.

Acerca de Rosario Curiel

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2 respuestas a El dolor de pies impide pensar

  1. Alex Bometon dijo:

    Rosario realmente este articulo de los zapatos me parece estupendo. Una critica perfecta puesto que hoy dia la inmensa mayoria de las chicas se cascan unos taconazos unicamente para salir de fiesta. Es un zapato que siempre queda resulton, claro esta si sabes como combinarlo, pero un calzado que generalmente acaba doliendo y molestando y acaban por sentarse en algun sitio que quede una silla, butaca, banco o similar libres para descansar los torturados pies. Aun asi, conozco algunas que pueden andar tranquilamente con sus 10 o 12cm de tacon en los pies toda una noche de bailoteo y actividad sin siquiera quejarse a penas. Llevas razon, esa raza insolita de un pequeño grupo de personas que siempre llevan unos pies perfectos y sin dolor EXISTE.

    Nos vemos.
    Alex

  2. Rosario Curiel dijo:

    Gracias por tus palabras, Alex.

    Sí, es un tema curioso-espinoso. Y sí: existe esa raza. Aunque la mayoría de las mortales, ya sabemos, tenemos pies torturables que hay que cuidar.

    Hasta la vista. Un saludo.

    Rosario.

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